Lucía
Preguntaron cómo era la alegría y vieron claramente
que miraba hacia ti:
se llama Lucia, dije, y es ella quien hace mi alegría
me interrogaron luego sobre la tristeza:
volví a mirar hacia ti
y no entendieron que estabas haciendo mi tristeza
no comprendían porque las diferencias del corazón y de las clases
impiden que los hombres hablen el mismo idioma cuando
tienen la misma lengua en el mismo lugar del mundo
y hasta en la misma ciudad el barrio y la calle misma,
mismita, como si no hubiera diferencia.
Los interrogadores peligrosos que investigan a los otros
preguntaron en qué trabajo trabajaba y observaron
que seguía mirando hacia ti
porque, dije, sólo es ella mi trabajo
y es imposible verla y escucharla
sin cabalgar las ondas del fuego y de las aguas.
No entendieron casi nada de lo que dije
pese a que hablábamos bajo las ramas de un enorme sauce llorón
y prefirieron decir que estaba un poco loco porque
la psiquiatría de los otros libera de la propia
Preguntaron finalmente si entonces tú,
Lucía, eras todo y respondí que sí pero que había que entenderlo
con cierta claridad de espíritu:
hay que entender, por ejemplo, que en Dinamarca en Angola
en Brasil en Indonesia en China en casi todas las islas
pacíficas y atlánticas y en casi todas las tierras desde Quito hasta Quito
dando la vuelta al mundo
hay sauces llorones bajo cuya sombra los amigos hablan
y hombres y mujeres que se miran a los ojos
en el mismo idioma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario